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miércoles, 2 de diciembre de 2009

Artículo de opinión: Hablar.

El otro día leí un artículo del periódico que trataba de las diferencias de expresión entre los hispanohablantes y se realizaba una comparación entre las respuestas de españoles a la pregunta qué es la constitución a la que respondían: “es muy chula, joé, pero si hay que cambiarla, pues se cambia” luego miraba a la cámara y concluía triunfal “y ya está” o el futbolista al que se le pregunta qué tal el partido y que con toda su buena fe farfulla: “hemos venido a ganar porque necesitamos no perder para tener los puntos porque bueno, necesitamos ganar”; y la respuesta de un campesino analfabeto de honduras al que se le preguntaba qué sentía ante la pérdida de toda su familia tras un terremoto, la respuesta de este hombre era del todo sorprendente en comparación con las de las otras personas: “excuse que no acierte a contestarle debidamente, mi pensamiento es ahora otro, vea, ¿qué voy a hacer con los sentimientos durante lo que me reste de vida?”

La pregunta que me viene a la mente es, ¿Cómo es posible que un campesino que no sabía leer ni escribir pueda dar una respuesta tan clara y precisa? ¿Qué es lo que nos diferencia a nosotros, personas del primer mundo cultas y educadas, de estas personas increíblemente pobres, aunque sea sólo en riquezas materiales?

Desde siempre hemos necesitado comunicarnos, unas veces peor otras mejor, pero es ahora en la era de la informática y los móviles cuando realmente hemos olvidado la importancia de cómo decir las cosas, cuanto menos palabras posibles y mientras expresen lo que queremos decir nos damos por satisfechos…

Y no sólo es la forma de decirlo sino el contenido de las ideas en sí, no sabemos razonar o al menos no queremos hacerlo (ya no vale de nada la riqueza de expresión para intentar conquistar al chico o la chica de tus sueños, nos limitamos a mandarnos mensajitos pobres y breves que no dicen nada de nosotros y que son copias predeterminadas: tqm, “felicidades, espero que pases un lindo día” y muchas más) todo es mucho más fácil cuando no somos conscientes de lo que nos rodea, y es una pena porque ese aislamiento impide ver las maravillas que hay en el mundo que aunque parezca mentira tiene mucho que ofrecer. Vivimos bajo el principio de la economía, economizamos el tiempo, el dinero, la comida… y se nos olvida que las palabras no tienen porqué economizarse, tampoco es cuestión de soltar una cantidad inconexa e incomprensible de todo el repertorio de palabras “cultas” que sabemos sino de que cuando vamos a decir algo no seamos tacaños y que lo que digamos lo digamos con la mayor claridad y concisión que conozcamos.

Si no sabemos razonar es porque las nuevas generaciones lo tenemos todo mucho más fácil, estamos vacíos en lo que a experiencia de vida se refiere. El pobre campesino analfabeto hondureño ha visto mucho más en su vida de lo que nosotros ni siquiera podemos llegar a imaginar; por eso, cuando se le pregunta cuáles son sus sentimientos tras la catástrofe, habla desde la más pura experiencia, pone en palabras lo que está sintiendo en ese momento; y si lo pensamos es lógico que se pregunte qué es lo que hace con los sentimientos para lo que le reste de vida, cuando las personas a las que ama ya no están, no existen; es absurdo y a la vez inevitable seguir queriendo a alguien que no está porque nos queda su recuerdo porque vivir sin poder transmitir ese amor es una tortura; ¿qué haces con los sentimientos, con ese puñado de sentimientos felices y amargos que viven contigo y que no tienen razón física de ser?¿qué haces durante el resto de tu vida?

Nos sorprende que una persona analfabeta tenga una capacidad de reflexión tan profunda, porque nos olvidamos que la riqueza de las personas no está en el nivel de estudios que esta tenga (si bien ayuda mucho) o en el número de pertenencias materiales, sino en las ansias de aprender, de comprender lo que nos rodea, de hablar desde el corazón reflexionando cada palabra que decimos.

Si las personas del primer mundo nos olvidáramos del fin y nos preocupáramos un poco más por el medio, las cosas nos saldrían mucho mejor.

Leer suele abrir las puertas a este conocimiento, pero el mayor problema es que las personas estamos perdiendo el gusto por leer, lo asociamos con el trabajo y desde ese punto de vista es imposible aprender de ello.

Muchas veces, y eso es normal, las palabras nos dominan, tenemos que aprender a dominarlas nosotros, escapando de lo de siempre, de lo normal, la vida es mucho más divertida si se la mira desde muchas perspectivas.